Manteles hostelería

La importancia de los manteles para hostelería

La comida y la atención que se reciben en un restaurante son factores decisivos a la hora de fidelizar clientes, sin embargo, otro factor, también decisivo pero al que no se le da tanta importancia, es la apariencia del local. A esta imagen suman la limpieza -o falta de ella- de un establecimiento, el ambiente y la decoración. Escoger la mantelería adecuada y acorde al local crea un ambiente cómodo y familiar al que los clientes estarán encantados de volver.

Como bien dice el dicho, se come por los ojos: Una comida deliciosa está aún más buena si está servida en una mesa con apariencia bonita y elegante.

Cosas a tener en cuenta a la hora de comprar manteles para hostelería

• Materiales: Las bebidas se vierten, la comida cae fuera del plato y los cubiertos sucios tocan el mantel... el día a día de un establecimiento hostelero requiere una limpieza continua de los manteles, es por eso que se deben comprar de los mejores materiales para no verse afectados por el excesivo lavado. Los materiales deben ser resistentes y duraderos. 
• Diseño: Como ya hemos mencionado, la apariencia del local -en este caso, más específicamente de la mesa- es importante. Por lo tanto, escoger unos manteles bonitos acorde al ambiente del establecimiento con unos servilleteros a juego puede sumarte muchos puntos. 
• Colores/ambiente: Los colores son importantes: Las mesas grandes en un local reducido requieren colores discretos como los tonos pastel, y, al contrario, las mesas cuadradas pueden combinar perfectamente con colores vivos. Un mantel blanco con un cubre mantel de tono oscuro da una apariencia contemporánea al local, sin embargo, un mantel blanco con un cubre mantel de un color más suave le da una apariencia más tradicional. 

La caída del mantel

Existen tres largos respecto a la caída del mantel para hostelería:

• 5 cm de caída: Este es el que cubre la mesa sin sobresalir excesivamente.
• 20 cm de caída: La caída que llega hasta el regazo.
• Hasta el suelo: Lo ideal es que cubra un tercio de la distancia que hay entre la mesa y el suelo, pero nunca tocando este último.